Miedo. Incertidumbre. Preocupación. Eso es lo que produce la llegada de la metodología en algunas personas.
Toda la vida haciendo lo mismo, de la misma forma, con las mismas reglas. Y ahora, llega algo nuevo, diferente, desconocido. Y provoca miedo.
Es algo lógico y normal, nos quedamos durmiendo en nuestra zona de confort, y cuando percibimos que un cambio se aproxima, entramos en estado de alerta y sacamos nuestro escudo protector. Empiezan las quejas, los comentarios y el juego del teléfono roto. Todo esto hace una bola aún más grande de miedo e inseguridades. Es esta la principal barrera que se encuentra día a día en todas y cada una de las empresas en las que se implanta el Lean.
Depende de la plantilla, claro está. Con personal joven esto será más fácil de aceptar. Al contrario, el personal con edades más avanzadas se quejará de que son muy mayores ya para lo nuevo. Pero es en estos últimos, donde está el verdadero potencial.
Esos trabajadores con experiencia son los que mejor conocen el proceso, el producto, los que han tenido tiempo de mejorar en su cabeza mil cosas a lo largo del tiempo, pero nunca las han propuesto porque no los escuchaban. Esta metodología es lo que les faltaba para sacar todo su potencial y sentirse orgullosos de su implicación en el proceso productivo. Les ha llegado el momento donde su sabiduría es una de las herramientas más útiles y potentes para conseguir la mejora.
Es por todo esto que está en nuestras manos hacer que este viaje de aprendizaje a la nueva filosofía sea llevadero y divertido y haga que todos se suban al barco de la mejora continua. Para ello lo principal y más importante es tener empatía. Si careces de esto, amigo, estás perdido. Al fin y al cabo, las personas solo quieren que las escuchen.
Tienen que verte como un líder con el que pueden contar y confiar, así abrirán su mente y te contarán información muy valiosa para la mejora.
Y como no, otra virtud es la paciencia. El promotor tiene que ser paciente, conocer a las personas, empatizar, ser agradable y respetuoso, llamarlas por su nombre y saber, ante todo, que cada uno lleva un ritmo de aprendizaje. Y que, aunque algunos lo pillen a la primera, a otros habrá que explicárselo varias veces, y esto no puede desesperarnos.
Y volviendo a hablar del miedo, este se supera pronto. Parece fácil, y lo es, la labor que desempeñan las personas de la fábrica dentro del Lean es una tarea sencilla pero llena de incertidumbres. Es cuando termina la primera reunión cuando suspiran aliviados al ver definitivamente que no era tan malo como esperaban. Se tiran de golpe a la piscina cuando ponen la primera idea de mejora y engordan de satisfacción cuando esta se acepta. Y es en ese momento cuando su actitud cambia, el miedo desaparece y haciendo que aumente su implicación y el sistema siga su curso.
Y habrá bajones, porque los habrá, y tendrán días donde cualquier error sea motivo suficiente para atacar de nuevo el sistema, porque el ser humano es así, basta una sola cosa mala para echar por tierra cien cosas buenas. Pero ellos sabrán que ese error es una parte muy pequeña comparada con la gran cantidad de cosas buenas que aporta, y volverán a suspirar tranquilos, y pensarán, “pues al final no era tan malo”.
Es un camino largo, pero lleno de oportunidades, de cosas nuevas. Camino para dialogar y escuchar voces jamás escuchadas. Camino para probar y después validar. Camino de trabajo en equipo, de compartir. Camino para aprender, y sobre todo camino para mejorar.
Si quieres llegar rápido ve solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado.